sábado, 29 de diciembre de 2007

Capítulo 5

Fue una tarde, saliendo de un bar. Yo iba camino a la parada del troley y día era más pegajoso que la mermelada fresca. Todo parecía hoy, tan hoy como nunca. Y apareció por la verada al salir del zaguán de una vieja clínica.

- Gastón Gutiérrez.
- No siempre, hoy no soy yo. Pero si me buscás te puedo dar mi número de teléfono.
- Como siempre. La patafísica te deja por los techos como si estuvieras agarrado de un ventilador.
- Por cierto, ya no creo más en eso. La desorganización me echó al suelo... como si estuviera agarrado de un ventilador.
- Bueno, hoy no sos Gastón, pero sin embargo no perdiste el sentido del humor... ¿Cuándo tengo tiempo para hablar con Gastón? Hace mucho que no lo veo.
- Siempre tengo tiempo... siempre tengo tiempo, Martín, la continuidad no es una cuenta regresiva, lo que vivimos lo acumulamos... en fin, crucemos a este bar de enfrente que sirven unos buenos helados de limón y chocolate.

martes, 25 de diciembre de 2007

Capítulo 4

Encontraba, buscando justo lo que necesitaba. Hoy es día de fiesta, dice la radio. Ok, festejemos, pienso, y a rodar caminos salgo.

A Sofía no la llamo, salgo solo, a recordar como era yo antes de ella. Antes de que ella me pervierta, antes de que ella me muestre todas las personas que yo podia ser. Creo que encuentro mis partes, en cada especio que anduve solitario.

Recuerdos, de perversiones, de imposiciones, de pensamientos inducidos.

Rodaba mi cuerpo en el piso, cuando me encontre con él, mi amigo de la infancia, el que destripaba gatos, y asustaba hasta los grandes, el mio monstruoso amigo. Gastón.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Capítulo 3

Con ella llegaron miles de formas y espacios, no conocidas por mi, pero en el fondo muy ansiadas. Muy humanas, delicias mundanas.

Me gustaba dormirme arrollado en sus brazos, oler su olor a hierba, luego de revolcarnos inocentemente en el parque, que cortaba todo ese olor de ciudad. Dormía mientras ella, dama de fuego, me arrullaba, sususrraba a mi oido, sueños gigantes,

...cuantos cuentos que cuenta Sofía. ¿O los cuentos la cuentan a ella?

Destruyo el misterio, siempre decía al final. Destruyo y juego, con el tiempo.

Soliamos pintar juntos, comer juntos, despertar juntos, uno tan cerca del otro, que creo que una vez no sabía si tuve un sueño o se lo robe a ella. A mi Sofía.

Con ella jugamos al que el agua no es clara , no es pura, sino que tiñe. Tiñe de mil formas. Y te conoces en sus colores. Llegas y tocás fondo, a la escencia.

Sofía, Sofía. Me da mil formas, me da mil vuelos, colores, olores, de mi vida con ella.

Y vuelvo, de nuevo ya estoy listo, para volver a la rutina.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Capítulo 2

Y así fue cómo me fui internando...

Eran los tiempos de los calendarios, de las tardes con mate y biscochos y las mañanas de café con leche. Todo bien dispuesto: despertador a las 8, dentífrico correctamente presionado, desayuno y 115 de por medio para archivar esa pila diaria e inacabable de papeles con legajos multicolores, que me otorgaba la beca universitaria. Luego de remar algo más de cuatro horas sobre apellidos de todo tipo, venía la lección “reivindicatoria”, la desmentida (aparentemente concluyente) de la educación inicial, porque aquel fulano no era quien se decía que era, sino otro, que a su vez se peleaba con mengano.

Finalmente, al parecer, todo volvía a encausarse, y esa tensión de los primeros momentos que me generaba un desequilibrio cognitivo interior, terminaba con el alivio de luto, la intransigencia cómoda y sistemática que significa mi retorno amortiguado a la vida social... y al encuentro con mi primer gran amor: Sofía.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Capítulo 1

Y llegué, después de un largo viaje, acá estoy yo, de nuevo. Debo reconocer que me perdí, demasiado, pero no en éste tiempo, sino años atrás, y no podía volver...creo que no sabía regresar, o no debía.

Y creo qué acepté, que éste era un lugar perdido, por lo menos para mí.

Pero ahora, hoy, y aquí, reconozco algunas cosas, formas que reflejan los lugares donde estuve alguna vez, y fui feliz, creo que eso también lo acepté... que en éste espacio, fui feliz.

No me da miedo confensarlo, si sólo eran cosas enterradas para mí. La felicidad, es cosa de tontos, me cría. Sólo era muy joven, para saber que no.

Me encuentro en esta tierra, oscura, llena de sombras, y húmeda, como si fuera un cueva.

La cueva son los miedos, los límites impuestos, por alguienes, que no son nada, almas vacías que sólo les exapera mi vuelo.