domingo, 9 de diciembre de 2007

Capítulo 2

Y así fue cómo me fui internando...

Eran los tiempos de los calendarios, de las tardes con mate y biscochos y las mañanas de café con leche. Todo bien dispuesto: despertador a las 8, dentífrico correctamente presionado, desayuno y 115 de por medio para archivar esa pila diaria e inacabable de papeles con legajos multicolores, que me otorgaba la beca universitaria. Luego de remar algo más de cuatro horas sobre apellidos de todo tipo, venía la lección “reivindicatoria”, la desmentida (aparentemente concluyente) de la educación inicial, porque aquel fulano no era quien se decía que era, sino otro, que a su vez se peleaba con mengano.

Finalmente, al parecer, todo volvía a encausarse, y esa tensión de los primeros momentos que me generaba un desequilibrio cognitivo interior, terminaba con el alivio de luto, la intransigencia cómoda y sistemática que significa mi retorno amortiguado a la vida social... y al encuentro con mi primer gran amor: Sofía.

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